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domingo, 22 de enero de 2012
COMO MOISES, LAS PRUEBAS DE LA VIDA ME HAN ACERCADO MÁS A DIOS
Sección: Pensamientos Fundamentales en Nuestra Vida Diaria
Por Serafín Alarcón Carrasquillo/Noticias Sur P.R.
La vida de Moisés se divide en tres grandes capítulos: Los primeros cuarenta años los pasó como príncipe, en la casa de Faraón; los siguientes, como pastor de ovejas en tierra de Madián; y por último, como líder del pueblo en el desierto camino a Canaán. La vida de los hombres puede ser escrita con páginas y capítulos como los libros que hallamos en una biblioteca. La primera aparición de Dios encontró a Moisés pastoreando ovejas. Para los egipcios esta tarea era despreciable y aun en el pueblo hebreo los pastores no gozaban de gran prestigio. Sin embargo, es en esta disciplina donde Jehová moldea el carácter de este hombre. Es allí, en Madián, donde ese pobre empleo le enseñaría a ser paciente, manso y sobre todo a vivir satisfecho y contento con lo poco que tenía.
Y me pregunto: ¿no se supone que sea así en la vida de cada uno de aquellos que nos llamamos discípulos de CRISTO? El apóstol Pablo decía que había aprendido a contentarse cualquiera fuera su situación. Decía que había aprendido a vivir con poco o con mucho pues su paz y contentamiento venia de su relación íntima con Jesús. Hermanos, al enemigo le gusta encontrarnos ociosos y afanados. De otro modo, Cristo se agrada cuando nos encuentra ocupados haciendo algo sin importar su supuesta importancia. Era necesario para Moisés pasar por todos aquellos capítulos tan dramáticos, como lo es hoy para cada uno de nosotros vivir momentos difíciles y otros tal vez no tanto.
En fin, con el pasar de los años he aprendido que la soledad y las pruebas de la vida me han acercado más a Dios. He aprendido a conversar con él en la intimidad de mi habitación, en el patio de la casa y en mis largas caminatas por las comunidades que visito. Con gran asombro casi igual a Moisés, he visto situaciones impactantes y aun milagrosas como la experiencia de la Zarza ardiendo (Éxodo 3:1-7). La zarza ardía pero no se consumía, un recordatorio de parte de Dios del poder de su Espíritu y su amor por cada uno de nosotros.
(El Autor es Misionero y Director de los Ministerios Tablitas del Señor y la Primera Iglesia Virtual).
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