Sección: Pensamientos Fundamentales en Nuestra Vida Diaria
Por Serafín Alarcón Carrasquillo/Noticias Sur P.R.
SAL28:7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré.
Cuando viajo de un pueblo a otro casi siempre lo hago por la carretera vieja que bordea la costa sur de mi isla, Puerto Rico. Siempre me ha gustado ver el mar Caribe de un extremo y al otro la cordillera central vestidita de variedad de tonos verdes. El mar y sus comunidades que aún conservan esa personalidad de barrio. Las tierras agrícolas y los obreros sembrando o recogiendo el fruto de la tierra es un espectáculo que en verdad eleva mi alma. Hoy estuve en el pueblo de Ponce evangelizando una zona comercial. Avenida Fagot fue mi taller. Allí conocí y conversé con tantas personas. Muchos se mostraron interesados en las tablitas leyéndolas detenidamente mientras otros sencillamente me ignoraban.
Una joven que leía los mensajes espontáneamente comenzó a llorar. Me decía que su padre era pastor y que ella llevaba varios años apartada de CRISTO. –“Apartada de CRISTO”, me decía con lágrimas en sus ojos. Y bueno, de eso se trata… Quiero decir, que mi trabajo entre otras cosas, es servir de puente entre Dios y los hombres. Igual que los obreros de la tierra, con total entrega voy regando la semilla que Dios me ha dado. La majestuosidad de CRISTO moviéndome a hacer lo que sea necesario para que alguien se vea compelido por el Espíritu Santo. Aquellas lagrimas eran sinceras, como tan sincero fue el rechazo de un sacerdote o pastor que vestido con el atuendo que les distingue al acercarme y ofrecerle una tablita me dijo con altivez: - “No me interesa”… ¿Lo pueden creer? Sí, frente a muchos testigos en un consultorio médico aquel “hombre de Dios” decidió estrujarme su rechazo. A veces somos nosotros nuestros peores enemigos. Con nuestra propia boca traemos condenación a nuestras vidas.
Ya de vuelta a casa el olor a salitre, el sol poniente y el recuerdo de tantos rostros me animaban a sonreír y a darle gracias a Dios por el privilegio de servirle. Estoy descubriendo que mi admiración y aprecio por la vida que Dios me ha dado crecen cada día más. Veo las montañas, saco las manos para acariciar la brisa que viene del mar y me brota una leve sonrisa.
(El Autor es Misionero y Director de los Ministerios Tablitas del Señor y la Primera Iglesia Virtual.)
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